Cuando somos niños la vida se trasforma en una aventura llena de momentos inolvidables, de problemas que duran un minuto, de rencores y peleas que al final nos unen más a las personas. Disfrutamos hasta el más mínimo detalle y no sabemos de la economía, ni distinguimos los mejores juguetes, mucho menos nos importa usar ropa de diseñador, ni sabemos de marcas.
El compartir en casa diariamente nos hace ser tan felices, igual que festejamos con los triunfos del amigo, nos solidarizamos en sus pérdidas y tristezas, y compartimos los secretos de alma.
Sin embargo, a lo largo de la vida, vemos con tristeza que vamos perdiendo esta maravilla
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